DF Tax | Reglas claras conservan la amistad (con los inversionistas)
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José María Diez, socio de Lathrop Mujica Herrera y Diez Abogados.
No hay nada que hacerle: el tema tributario siempre estará de moda. Venimos recién cerrando un largo proceso de reforma tributaria y ya se está hablando nuevamente de los mismos tópicos. La actual alcaldesa de Providencia y eventual candidata presidencial, Evelyn Matthei, en un foro organizado por una empresa de auditoría señaló que podría ser una buena idea el regreso del DL 600 sobre Estatuto de Inversión Extranjera, refundido y finalmente derogado el año 2016, señalando que: “La inversión extranjera está ahí esperando a que le demos reglas claras, que no estemos con reformas tributarias cada dos años”.
La idea inmediatamente prendió como pasto seco en el incierto y golpeado mercado chileno. No es para menos, desde el 2014 hemos ido reforma tras reforma en materia tributaria, consolidando un sistema impositivo complejo y en el cual resulta difícil de navegar. Súmele dos procesos constitucionales que fueron rechazados y tres retiros de AFP. Pero dejando de lado la arista netamente tributaria, un inversionista tiene que enfrentar una verdadera barrera de “permisología” que resulta implacable y que paraliza cuanto proyecto existe. De ahí que invertir en otros países (que te reciben con los brazos abiertos) sea una opción especialmente atractiva. En este sentido, aún más paradigmática es la apuesta realizada por Arauco de US$ 4.600 millones en Brasil frente a la paralización de inversiones realizadas por Colbún en Chile por US$ 1.400 millones, aun ante la irritada mirada del ministro de Hacienda.
“Una invariabilidad tributaria puede ser una buena iniciativa para atraer capitales, siempre y cuando esté acompañado de una buena institucionalidad con reglas claras en todo ámbito de cosas. Volvamos a ser un país serio y aburrido, y que la palabra certeza sea el mantra que repitan las autoridades, los legisladores y miembros del Poder Judicial”.
Un inversionista normalmente lo hace a largo plazo, por lo que busca se mantenga la estabilidad y certeza en el marco regulatorio, y por qué no decirlo, en lo tributario. El DL 600 fue históricamente clave para atraer inversiones significativas a nuestro país en la década del 90, en un contexto donde se valoraba la claridad y la proactividad en el ambiente de negocios. Al correr los años, Chile se fue consolidando como un país serio en materia de inversión extranjera, y finalmente el DL 600 se convirtió en algo innecesario, en palabras de la misma exPresidenta Bachelet en el mensaje de la Ley 20.848 que crea una nueva institucionalidad para la inversión extranjera.
Lamentablemente, hemos tenido varios tropiezos, paradójicamente, comenzando por la propia Ley 20.780, sobre reforma tributaria impulsada por Bachelet en su segundo gobierno, que eliminó el DL 600. De ahí, en términos coloquiales, no hemos parado de meter la pata.
En mi opinión, la idea de una invariabilidad tributaria puede ser una buena iniciativa para atraer capitales, siempre y cuando esté acompañado de una buena institucionalidad con reglas claras en todo ámbito de cosas. Volvamos a ser un país serio y aburrido, y que la palabra certeza sea el mantra que repitan las autoridades, los legisladores y miembros del Poder Judicial. Caso contrario, una medida de invariabilidad tributaria sería simplemente una golondrina y, como tal, no hace verano.